La máscara social del jugador de rol

Estaba leyendo el último artículo de Sandy Antunes (entre otras cosas, autor de Miskatonic University y el manual de rol en vivo Rules to Live By), cuando suelta la bomba: le han destapado, y nada más y nada menos que en un conocido blog sobre tecnología. En realidad se llama Alex.

Por lo visto, entre amigos y roleros (muchas veces coincidentes) emplea "Sandy", mientras que en el trabajo le conocen como "Alex". En el final del artículo, Sandy/Alex confiesa que no le molesta lo más mínimo, de hecho le satisface.

Pero eso me hizo pensar... ¿Por qué las dos caras? ¡Ah! La eterna pregunta incómoda, el secreto inconfesable que todos guardamos de una manera u otra. Porque muchos usamos la máscara de la normalidad para ocultar esta reprobable afición nuestra...


¿Tan aberrante es compartirlo? Todos lo hemos vivido. Estás en confianza, con amigos que no conocen tus inclinaciones. Hablando tranquilamente, quizás lanzando un par de bromas, pasando un buen rato. Y vas y lo sueltas. Tonto de ti. Apuesto a que muchas veces habréis recibido respuestas del calado de "¿pero eso no es para locos?", "No creía que fueras tan raro" o mi favorita: "¡Policía, socorro!" repetida varias veces y con algunas variaciones, pero con el mismo fondo.

¿Por qué?

Hay muchas razones por que el rol se considera algo extraño. Primero está la "leyenda negra del rol", iniciada en muchos países y perpetuada por continuos ataques de los mass media. Y de no tan mass media. ¿Qué fomentó la aparición de esta lúgubre sombra sobre nuestra gran afición? Tenemos, por ejemplo, el (tristemente) conocido caso del intento de suicidio de James Dallas Egbert III o el efectivo de Irving "Bink" Pulling (en español si no quieres leer a Stackpole en toda su gloria).

Nosotros, por españoles y más que cerriles, no nos libramos, con el conocido "crimen del rol" a la cabeza. Así que se ha asentado en la mente de aquellos más ignorantes o prejuiciosos la idea de que jugar al rol es como mínimo una tentativa criminal. Por no hablar del satanismo. ¡Oh! Que sería del rol sin los rituales satánicos que le dieron forma... Tenemos que ser satánicos por fuerza.

O como mínimo, luteranos

Después de todo, no importan los muchos beneficios psicológicos y pedagógicos de los juegos de rol o su defensa racional por parte de instituciones y conocidas personalidades (independientemente de que sintamos o no simpatía por ellos). El rol es malo, y ya está. Lo dice la tele y te callas.

"Rarito"

Otra reacción que se habrá ganado más de uno habrá sido "qué friki, ¿no?". ¡Ah! La razón más insidiosa. Y asquerosa palabreja de manido uso que comienza a apestar a choni. Porque con el "argumento" de la "naturaleza violenta" del rol son otros quienes te están censurando a ti, pero el estigma social que creemos que nos va a suponer hablar abiertamente de nuestra afición nos lleva a la autocensura.

Y es que quizá esté calando demasiado hondo en la opinión pública la imagen de un tipo disfrazado con una vara de gomaespuma dándose de palos con otros de maquillaje verde. O un tipo lanzándole piedras al prójimo mientras grita "proyectil de rayo". Vamos, el LARP, el rol en vivo.

El verdadero connoiseur mira esto y ve un puñado de hechizos de rayo de alto nivel

Quizá incluso se mezcle la imagen del LARP con el cosplay, que nada tiene que ver lo uno con lo otro, y se le añada, ya que estamos, connotaciones otakus, furrys y geek. Todo en un incongruente paquete que en nada obedece a la realidad.

Nosotros no nos rebajamos a ser cosplayers

¡Espera! Pensándolo mejor...

En resumen, un jugador de rol confeso es un personaje rarito, no sólo superior en la escala de "freakosidad" a un aficionado a los mangas, sino de un nivel que incluye todas las anteriores desviaciones. ¿Juegas al rol? Pues te vistes de cosas raras, ves hentai y te gusta Alaska. Y ser raro no es lo mismo que ser aceptado. Que conste que no me estoy metiendo con ninguna afición en absoluto, sólo llamo la atención sobre la percepción aglutinadora y prejuiciosa de "la gente normal" (si es que no es un constructo ideal). Más aún, persiste esa imagen de un jugador de rol inhibido, socialmente inepto, gordo y de pésima higiene personal, por no hablar de su halitosis, que juega en el sótano de sus padres.

Nada más lejos de la verdad: algunos jugamos en pisos

Pero los que verdaderamente estamos en el mundillo sabemos que no es así (bueno, en gran parte). Hay un buen montón de personas normales en todos los sentidos que practican una afición como cualquier otra. El problema es el estigma social que se ha ido añadiendo al rol y ha formado una bola de nieve imposible de parar ni derretir.

El fenómeno de la incomunicación se ceba en el hobby y los que seguimos fieles al rol de mesa cada vez dependemos más de páginas en internet para encontrar nuestro pan de cada día. O semana. O lo que sea. Quizá la solución sea más sencilla que todo esto: confesar y publicitar. Cuando una afición es realmente conocida y debidamente entendida, deja atrás muchas connotaciones negativas. Perder algo de vergüenza y quitarse la máscara, vamos.

¡Mierda! ¡No me refería a eso! ¡Volved a maquillaros!

Con esto no me refiero a una revolución interior y exterior que nos traerá felicidad a todos y por arte de magia el rol será lo más después de Telecinco (que en la Roltierra seguirán habiendo jerarquías). Sólo propongo desde este humilde blog una apertura progresiva y mayor coraje.

Siempre queda seguir con la máscara